Escrito por Ignacio Porto (CTO olivoENERGY)
La generación distribuida a pequeña escala, principalmente solar fotovoltaica instalada en los tejados de las casas o la parte superior de los edificios, proporciona a las personas la posibilidad de generar su propia energía. Los contadores inteligentes y sistemas de gestión energética permiten monitorizar el consumo energético. La irrupción de multitud de comercializadoras ha aumentado la competitividad del sector.
Sin embargo, el sistema energético parece seguir dejando al consumidor detrás. Y es que el precio de la electricidad parece seguir incrementado, los consumidores siguen encontrando muchos problemas a la hora de comunicarse con las comercializadoras y la dificultad a la hora de entender la factura eléctrica propicia una tasa de cambio de comercializadora muy baja.
Este escenario debe cambiar mucho si se quiere lograr poner al cliente final en el centro del sistema energético, objetivo que la comisión europea quiere lograr más pronto que tarde. Y es que de alguna manera, durante el camino que llevamos recorrido, el consumidor ha sido olvidado.
En los últimos años, hemos experimentado importantes transformaciones de otros sectores en los que el consumidor ha pasado a ser el centro del modelo de negocio. Empresas como Cabify han logrado que el cliente obtenga un transporte como servicio de una manera cómoda, fácil y a un precio económico. HBO o Amazon se han introducido de manera disruptiva en la industria de la televisión y del cine, ofreciendo al cliente un abanico de ofertas, con fácil acceso y simplicidad, y todo sin moverse de casa.
Este tipo de cambio parece estar ocurriendo en el sector energético pero con algunas connotaciones; el proceso de cambio se está produciendo a un ritmo muy lento y sobre todo a muy pequeña escala. Lo que no quita que la lógica evolución del sistema parece pasar por un modelo basado en suscripción, lo que comúnmente se llama energía como servicio (Energy as a Service).
La base de este modelo es cobrar al cliente final por cómo usa la energía en vez de por cuánta energía ha consumido. De esta manera, en vez de pagar por el número de kWh que consumimos, seleccionaremos una tarifa donde podríamos pagar una suscripción mensual a un precio fijo en vez de pagar un coste por cada kWh. Esto ha ocurrido en el sector de la telecomunicación, donde años atrás pagábamos por minutos hablados y número de mensajes de texto enviados, y actualmente pagamos una cuota fija que aúna todos los servicios.
Este tipo de modelo es en ocasiones criticado porque supone un entendimiento de la tarifa por parte del cliente, cosa que a día de hoy no ocurre en la mayoría de los casos. Pero no hay que olvidar que la tecnología está disponible para sacarle rendimiento, por lo que con los medios que tenemos a nuestra disposición, el cliente debería ser capaz de introducir sus preferencias en una app y el sistema trabajar de manera independiente para ofrecer la mejor oferta basada en sus necesidades.
La energía como servicio (Energy as a Service) puede ser catalogado como un modelo revolucionario. Pero más allá de la realidad, este modelo fue la primera proposición que las utilities ofrecían en los años 50. Pero el asunto se fue complicando con la regulación, deregulación y reregulación. Finalmente otros modelos se fueron implantando y el modelo de energía como servicio termino quedando olvidado.
Por tanto, “Energy as a Service” no es una revolución. Proviene de años atrás cuando se intentaba ofrecer el mejor servicio al consumidor de manera simple. Hoy a este mejor servicio, podríamos añadir una mejor calidad de suministro con altas garantías de seguridad de suministro.
¿Se implantará en el sector energético el modelo “Energy as a Service” que tanto éxito ha cosechado en otros sectores? Solo el tiempo nos dará la respuesta.